OPRESIÓN ESPIRITUAL

Un cristiano maduro tiene que discernir cuando está bajo opresión espiritual, que muchas veces confunde con la depresión.

La depresión, también llamada “depresión clínica” o “trastorno depresivo”, es un trastorno del estado de ánimo que causa síntomas de angustia, que afectan cómo se siente, piensa y coordina las actividades diarias, como dormir, comer o trabajar. Para recibir un diagnóstico de depresión, los síntomas deben estar presentes la mayor parte del día, casi todos los días, durante por lo menos dos semanas. Según el Instituto Nacional de Salud Mental (2016).

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¿Entonces, cuál es la diferencia? En los siguientes puntos se hablará de la opresión espiritual

1. Hay un alejamiento sutil y luego crónico de Dios, indiferencia, insensibilidad y dureza.

2. Poco o ningún interés por las cosas espirituales. Cero oración, no se consulta la Biblia, no hay o disminuye la alabanza y gratitud, se presentan pretextos para no ir a la Iglesia, o conectarse para escuchar Su Palabra.

3. Cae en lapsos profundos de tristeza y desesperanza. No busca ayuda.

4. Llanto sin control, y no se busca consuelo, aunque sabe del Consolador.

5. Busca la soledad, aunque no le agrada.

6. Todo lo centra en su persona, se olvida de su prójimo. Se presenta un gran egoísmo activo.

7. Se enoja consigo mismo, con Dios y con otros. Se culpa y condena

Éstas expresiones, ya sea, que se presenten solo algunas o bien todas son signo de estar oprimido por el enemigo. Su base legal, es el pecado no confesado.

¡Pero debemos alegrarnos, pues hay buenas noticias! En hechos 10:28 se nos dice:

Y saben que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder. Después Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Hechos 10:38 NTV

¿Cómo lo hace? A través de Su poder, Su Palabra y Espíritu, además de Sus promesas y sobre todo Su Presencia, sin embargo, también nosotros como seres humanos y cristianos debemos hacer nuestra labor al reconocer la situación y confesar nuestro pecado para poder aprender a vivir en libertad espiritual.